El Gran Bazar y los Encantadores de Serpientes.
Fuimos paseando hasta Jemaa el-Fna, una de las plazas más famosas de África, el corazón de Marrakech. El gran mercado es un espectáculo al aire libre, turistas europeos y marroquíes atraídos por los encantadores de serpientes, músicos y narradores, y por la tarde los puestos de comida.
Subimos a la terraza de un restaurante con vistas a la plaza para observar con fascinación el bullicio y los encantadores de serpientes.
Pedimos tajine para almorzar, un plato típico de Marrakech en el cual los ingredientes son cocinados lentamente con especias, sobre las brasas en un tajine de barro con forma cónica – entre las distintas recetas para degustar, pedimos el pollo con limón y aceitunas y el de cordero con cuscús.
Saliendo de la plaza Jemaa el-Fna, encuentras el Gran Bazar, mercado tradicional beréber donde puedes comprar cualquier cosa que imagines si tienes la paciencia para regatear. Es como entrar en la cueva de Aladino, un laberinto sin fin de pasillos, lleno de puestos de zapatillas enjoyadas, caftanes de colores, pañuelos de seda, lámparas forjadas y alfombras mágicas!
Es imposible seguir una ruta por mucho que lo planees, es mejor callejear, evitando los ciclomotores, bicicletas y carritos, e ir descubriendo las maravillas por el camino. Hay un zoco distinto a cada vuelta de esquina – calles con tiendas de arte exhibiendo cuadros con escenas de Marrakech pintadas por artistas locales, otras con artesanos tallando maderas o piedra, el zoco del cuero, el zoco legendario de las alfombras…
En el zoco de lana los artesanos trabajan en las puertas de tiendas pequeñitas llenas de frascos de tinte natural. Uno coge la lana cruda y lo sumerge en un caldero de tinte hirviendo, otro cuelga las madejas de lana a secar y un chico teje zapatillas y gorros de vivos colores.
¡Café Árabe es bastante difícil de encontrar en tal entresijo de travesías pero realmente vale la pena el esfuerzo! Es mi idea del cielo… el restaurante elegante italiano tiene un exclusivo ‘sky bar’ terraza en la azotea. Un respiro del calor, de la calle abarrotada, es un lujo poder relajarse a la sombra, refrescada por una fina neblina pulverizada, echarse sobre un cojín suave, contemplar las vistas sobre la Medina y disfrutar de una cerveza muy fría!
Puede que te desorientes en el Gran Bazar ¡pero siempre encuentras lo que buscas aunque sea por casualidad! Así fue cuando entramos en una plazoleta y tropezamos con los famosos puestos que venden una delicia… cabeza de cordero asado. ¡Me gusta probar casi todo pero aquí solamente saludé a los chicos, saque unas fotos y seguí caminando!
Cada tarde se montan docenas de puestos de comida en la plaza Djemaa el-Fna, donde se puede sentar a cenar verduras y carnes asadas en un ambiente festivo.
La plaza es conocida en todo el mundo por los encantadores de serpientes, ¡y no podía resistirme la tentación de sentarme con ellos! Me colocaron una serpiente delgada y larga alrededor de mi cuello, asegurándome que no fuera peligrosa… mi pareja estaba horrorizada aunque, para ser honesto, estuve más preocupado por el desaliñado viejo que tenía su brazo alrededor de mis hombros. Observé con fascinación un joven encantador de serpientes que estaba agachado a mi lado, como sus cobras se movían hacia atrás y adelante al ritmo de la flauta, igual a las películas, pero no estaba segura que fueran realmente tan inofensivas…
Desde la plaza se ve la mítica Mezquita Koutoubia… al atardecer el minueto es increíblemente hermoso. A diferencia de otras ciudades que he visitado, como El Cairo o Estambul, en Marrakech los visitantes no musulmanes no pueden entrar en las mezquitas. Entiendo que una mezquita no es una atracción turística pero es una pena, me hubiera encantado poder entrar muy respetuosamente para ver la arquitectura y sentir el ambiente.
Estuvimos hospedados en la parte más auténtica de la Medina, alejados de la zona turística. Regresando a nuestra Riad por la noche, encontramos a los hombres del barrio sentados afuera de su tetaría jugando a las cartas en la acera.
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